25/03/10
Para Didáctica General, he tenido que leer el libro arriba indicado. Me han gustado muchas ideas, muchas características de su escuela, aunque otras no me han llamado la atención, bien porque no podían aplicarse en el actual sistema educativo, o bien porque no se correspondían con mi idea de la educación.
Por supuesto estoy a favor de su idea de coeducación de ambos sexos, que se lleva acabo actualmente. En cuanto a la coeducación de las clases sociales, cierto es que todos, sin tener en cuenta el poder adquisitivo, deberíamos poder acceder a el sistema educativo, que de nuevo se lleva acabo en España, gracias a la educación pública. Pero lo verdaderamente interesante es que en la “Escuela moderna”, el sistema de retribución dependía de la situación económica de los padres. Había matricula gratuita, media y máxima. Esta es una idea muy revolucionaria, aun en nuestro tiempo, que me recuerda, como no, al funcionamiento de Hacienda.
Otro punto interesante es que Ferrer y Guardia, como actualmente gran parte del profesorado, opinaba que “no se le puede confiar al Estado la escuela”. Que el Estado controle la educación provoca que haya múltiples cambios cada vez que sube al poder un partido político nuevo. A cada cual le interesa la educación, en la medida que le beneficia. No me cansaré de repetir que la diferencia entre el dinero, medios, profesorado y exigencias en la carrera de medicina, por ejemplo, es increíblemente superior a la inversión que se hace en una carrera tan poco valorara como es magisterio. Cuando la medicina, si bien, salva vidas, la educación también, creando una actitud critica, adquisición de conocimientos para la vida, así como conocimientos emocionales, que no solo darán lugar a niños equilibrados, sino a personas inteligentes y preparadas emocional y culturalmente para abordar los obstáculos que se les presenten en la vida de manera empática, critica, sin conformarse nunca con nada; así pues, crear una sociedad en constante evolución y avance, no solo en nuevas tecnologías, y en materias científicas, sino también en aspectos sociales y culturales, que buena falta hacen.
¿Qué interés radica detrás de todo esto? ¿De verdad no hay suficiente dinero? Yo tengo mi propia respuesta. Al Estado no le interesa tener adultos críticos y concienciados con el progreso social, que juzguen su forma de gobierno; y mucho menos tener profesores verdaderamente capacitados que con el tiempo les acudan con más exigencias. Esto queda muy claro en el borrador del “pacto educativo”, que no pide más de lo que tienen muchos otros sistemas educativos europeos, pero contra el que el gobierno no para de poner pegas, evitando llegar a un consenso rápido, que paliaría el fracaso escolar, y nos situaría a la altura de nuestros países vecinos.
Como siempre, me he distanciado del tema. Otra característica de la “escuela moderna” es dar una importancia tremenda a los juegos ya que son imprescindibles para los niños. No sólo son saludables, sino que les beneficia ese ejercicio físico implícito y les ayuda a desarrollar su constitución. También liberan energía física. Se debe dejar que el niño manifieste sus deseos, que se sienta complacido con la libre actividad, por lo que deben introducirse aspectos del juego en las clases. Se debe orientar al niño hacia la alegría, alborozo, positivismo (al contrario de lo que dice la religión). Todo lo que produzca dolor debe ser rechazable. Los educadores y padres deben de tener un papel relativamente pasivo en estos términos, no deben de mandar al niño. El juego debe ser espontáneo. El niño juega a ser hombre, y cuando es hombre, hace lo que de pequeño le divertía.El juego puede devolver la solidaridad a los niños, ya que estos son egoístas por naturaleza.
En la Escuela Moderna, no se llevan a cabo ni premios ni castigos. Ignorar verdades y creer absurdos es propio de nuestra sociedad. Sin premios, castigos ni exámenes, buscan la igualdad. Para palidar esto, cuando nos percatemos de que un niño tiene muy marcada una característica, positiva o negativa (desorden, bondad…), debemos hacerle ver los efectos de ésta hacia él, y con los que le rodean.
En cuanto a los exámenes, cito textualmente:
“Los exámenes clásicos, aquellos que estábamos habitualmente a ver a la terminación del año escolar y a los que nuestros padres tenían en gran predicamento, no dan resultado alguno; y si lo producen es en el orden del mal”
“En el colegio todo tiene que ser efectuado en beneficio del estudiante. Todo acto que no consiga ese fin, debe ser rechazados como antitético a la naturaleza de una positiva enseñanza. De los exámenes no saca nada bueno y recibe, por el contrario, gérmenes de mucho mal el alumno”
De nuevo, a favor de la propuesta, y, como no, los mismos inconvenientes. Si no hubiera exámenes, los profesores deberían trabajar más, esforzarse más y estar más capacitados para poder valorar objetivamente los conocimientos que va adquiriendo el alumno, y ni los profesores desean eso, por simple y llana comodidad, ni el Estado, por las inversiones económicas que ello supondría, y posibles problemáticas que surgirían a la hora de acceder a la ESO, Universidad… donde la nota lo es todo. Comprendo los contras, pero de todos modos, imploro por una evaluación no basada en concursos ni exámenes en al menos, educación primaria.
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