El eco resuena en las cabezas pensantes
mientras el agua no deja de fluir, interminable, intermitente, hacia ninguna parte.
Somos sombras o espejismos de lo que un día fue tierno y blandito, de una infancia ya lejana.
Permitimos que nos sigan tocando solo porque la piel sabe lo que la piel desea.
Ignoramos docilmente que una vez tuvimos un lugar, un secreto.
Desinteresados jugamos a ser adultos, a ser humanos, a ser gentes,
pero no conocemos las reglas y nos perdemos en los eternos laberintos que nosotros mismos creamos
para sentirnos vivos.
Pensamos demasiado y mientras, las gotas de lluvia nos esquivan
para posarse sobre hojas verdes y arena mojada.
No somos nada y lo somos todo.
Todos en alguna parte alguna vez nos hemos sentido parte del todo sin estar en ninguna parte.
Elisa C. Santos Dolz